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Nacemos siendo ‘naranjas completas’

Desde el día en el que nacemos, la palabra “amor” la utilizamos con una facilidad que roza lo pasmoso. La sociedad la maltrata. Tanto es así, que incluso a veces confundimos “amor” con “estar enamoradx”.

El amor es un estado de atracción y pasión que suele durar entre seis meses y dos años aproximadamente, y está ligado estrechamente a nuestras necesidades biológicas de procreación. Dicho de otra manera: Es como un ‘hechizo’ que nos atrapa cuando nuestra necesidad de supervivencia se expresa latentemente. Cuando entre otras cuestiones, intentamos garantizar la continuidad de nuestra especie, inconscientemente. 



Mientras estamos enamorados, nos obsesionamos con la persona amada queriendo estar a su lado todo el tiempo y a cualquier precio. Además de nublarnos la razón nos vuelve adictos a la persona, como si de un objeto se tratase. Como Pocholo a sus pastillas de ‘Ibupofreno’.

A nivel psicológico, el enamoramiento nos lleva a alterar la realidad y distorsionarla hasta el punto que proyectamos una imagen idealizada de nuestra pareja. De echo, estamos tan cegados por el intenso torbellino emocional que sentimos que no vemos a la otra persona como es, sino cómo nos gustaría que fuese, o como somos nosotrxs mismxs. En definitiva, algo irreal. 

Al haber delegado nuestro bienestar al otro, muchxs de nosotros y nosotras terminamos olvidándonos de nuestro “yo”. Por eso, las rupturas sentimentales son una experiencia tan sumamente traumáticas, pero a la vez más transformadoras de nuestra estancia en la tierra. De nuevo a solas, frente a nuestra propia autoestima, recordamos que nuestra felicidad, antes de ser compartida, ha de brotar primero de nosotrxs mismxs. Y una vez vueltos a empezar, vamos a compartirla. No entregarla. Con respeto, humildad, comunicación, delicadeza, y me atrevería a decir, que incluso con elegancia. Y ojo, ten cuidado de no caer en los mitos del amor romántico. Así que no, no eres una media naranja que llega a la vida de nadie, somos naranjas completas dentro de la misma bolsa semitransparente del Mercadona, que ‘nos deslizamos’ siendo felices por la cinta transportadora de la cajera hasta ser comidos por un/a veganx (la muerte). Si, hoy me levanté fan de las figuras literarias del ciudadano medio de a pie. 

Sean felices. 



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