Así, Virginia nos enseñaba a pensar en el cambio, el afecto y las relaciones, como forma de conseguir una felicidad plena. Aspectos clave para conseguirla eran según ella, la comunicación humana y la autoestima.
Hoy venimos a hablarte de la primera, de la comunicación. Ella definía las dificultades como oportunidades, como crecimiento; que no viéramos en un comienzo de frustración la oportunidad, no significa que no existiera, siendo así un debate continuo entre nuestros impulsos y negacionismos, contra una realidad latente. La lucha de egos. Es por esto que a los humanos nos resulta tan sencillo comunicarnos cuando "todo es fácil", cuando no hay dificultades.
Los seres humanos somos en nuestra mayoría, cobardes, tenemos miedo a sentirnos débiles y pequeñxs, y es cuando nos olvidamos que no somos la opinión, ni la decisión, ni la elección de nadie. Somos nosotrxs mismxs.
A la hora de comunicarnos, debemos tener en cuenta varias cosas. La primera de ellas, es elaborar mentalmente (y desgraciadamente, en cuestión de segundos), un esquema mental del contexto. A veces es necesario observar donde nos encontramos, qué hora es, a quién, o quienes tenemos delante, tu estado físico, anémico, y un sin fin de características que muchas veces nos es difícil controlar. Controlar todos estos factores es cuestión de paciencia, y entreno. Aunque siempre tienes un recurso bajo la manga y es el "¿podemos hablarlo más tarde?", "ahora no tengo tiempo, ¿me disculpas?". A veces es mejor callar, que soltar cualquier cosa por la boca. Así, las palabras estructuran el pensamiento, y a veces hay palabras difíciles de olvidar. Es por eso que en caso de duda, a veces es mejor posponer el mensaje. En este "tiempo de descanso", no solo tendrás tiempo de pensar en el tema en cuestión, sino que serás capaz de elaborar diferentes argumentos y escenarios; y en caso de ser una 'cuestión difícil' jugarás con ventaja pues el terreno se habrá enfriado. Esto es lo ideal cuando la comunicación es imposible en un contexto en el que puedes 'escabullirte por unos minutos'. Si este tiempo no es posible, porque por ejemplo, tu jefe te esté pidiendo una respuesta inmediata, o te encuentras inmerso en una discusión de pareja o amigx, hay que tener claro que cuando dos personas se comunican, no solo debemos estar dispuestxs a decir cualquier cosa (lo más meditada posible), sino también escuchar todo tipo de puntos de vista, opiniones, palabra, idea, o expresión. Escuchar, también es libertad de expresión.
Es por esto, que se debe hacer una escucha activa de las partes y se requiere el tiempo necesario para meditar las diferentes opciones. Jamás debe convertirse en una lucha de egos, donde nos vemos cegados por nuestra única e inmovible opinión. Tu interlocutor/a debe convertirse por unos segundos en tu aliadx, incluso cuando no estás de acuerdo con él o ella. No un/a aliadx contigo, sino con tus pensamientos, pues deben trabajar juntxs en un marco de acuerdo y diálogo; en un consenso.
Los seres humanos tendemos a polarizar las opiniones: "Si o no", "blanco y negro", "alto o bajo", "grande y pequeño". No solemos pensar en los "quizás", "tal vez", la inmensa gama de "grises", "los bajo tirando a estatura media", los "más grande que una lámpara, pero más pequeño que una farola". Ceder es la palabra. Cuando dejas de lado tu mente cerradas, tu polarización de opiniones, y solo y únicamente cuando tu fin sea llegar a acuerdos, verás no únicamente tu opción "A", sino la opción "B", "C", "D" y consecutivas.
Esto no quiere decir que debamos abandonar en la conversación nuestra opinión, tan solo que para darle forma, debemos escuchar los diferentes puntos de vista, opiniones y escenarios. Esto puede hacer más fuerte "tu teoría", desmoronarla o modificarla.
Una buena predisposición a escuchar es por lo tanto el mayor problema en cuanto a problemas de comunicación nos referimos hoy en día. Quizá evolutivamente o por la inyección de egos que las tecnologías, las redes sociales, el comportamiento generalizado de la sociedad y nuestro entorno ha inyectado en nosotrxs. Pero eso no quiere decir que esté bien y en eso debes trabajar. Una buena forma de conseguirlo es realizar "procesos empáticos", es decir, ponerte en el lugar del otro, tratar de entrar por unos segundos en su cabeza, sentir lo que él o ella siente, ver todo desde su punto de vista, etc.
Dicho esto, y una vez que seamos capaces de "parar" (si es posible), analizando el contexto y de aprender que pueden haber más opciones que la nuestra (escucha activa, empatía), debemos entender que los humanos (salvo cuando hablas con Siri), hablas con otro humano y hoy en día, hasta Siri es capaz de herirse. Debes entender que las palabras que uses pueden herir a tu interlocutor, hacerle enfadar, transformar su estado de ánimo, puedes hacerle reír, llorar y en definitiva: las palabras tienen un peso. También como las formules. Cuidar tu lenguaje, tanto el oral como el físico. En tus gestos y palabras deben detonarse una intención fehaciente de escucha, diálogo, y buenas maneras. Debe notarse que ambas partes 'luchan' por llegar a un punto en común, y que de no ser así, "el tiempo" del que hablábamos antes, siempre es una opción. Recapitular, buscas otras formas de expresarse, otro contexto, y volverlo a intentar. Pero siempre desde el optimismo y el "buen-hacer".
Siempre puede quedar una última opción si nada de esto funciona y que usamos mucho menos de lo que debiésemos, y es el famoso "no comparto tu opinión.". Y ojo, es una frase con un peso monumental. Siempre debe ser usada como última opción, siempre y cuando las partes no lleguen a un conceso usando las buenas maneras descritas anteriormente y tras haber analizado, descartado las diferentes opciones de ambas partes, realizado el tan necesario tiempo de espera y reflexión que hemos indicado.
Solemos identificar esta respuesta como algo negativo, y está lejos de serla. Implica no solamente que sigues manteniendo tu opinión, sino que también entiendes y respetas que la otra parte tenga la suya. ¿Es posible continuar un diálogo cuando las partes tienen puntos de vista diferentes?. La respuesta general es: sí. Si, si has dejado tus egos de lado y tu único fin es llegar a un consenso, que ahora no ves posible, siendo el respeto, un nuevo consenso adquirido. ¿Y que pasa si esa comunicación que considerabas necesaria "te sigue pasando factura" en tu día a día?. Es decir, cuando el respetar la opinión del otro, mientras el otro respeta la tuya, sigue afectando a tu día a día, a tu ámbito laboral, a tu pareja, etc. Pues es bien sencillo, las partes deberán, desde la calma, el sosiego y con una gran dosis de optimismo y buena intención, volverse a sentar. Esta vez, con nuevos argumentos, nuevas ideas, nuevos ejemplos y si es posible más respeto que la vez anterior.
Todo esto que comentamos puede afectar al mensaje que enviamos o el que recibimos. Los estímulos de nuestra mente, a esos impulsos, a esa lucha de egos, se le puede añadir que mientras hablabas, un camión pasaba junto a ti, o tenías mala cobertura y el mensaje no llegó en su totalidad y forma. La forma que tienes de expresarte, nuevamente las palabras que has usado, que en tu cabeza lo que cuentas tenga una armonía y sentido, no significa que tu interlocutor esté en tu cabeza para entenderte. Es por eso que no debes frustrarte si la conversación no va por buen camino. Cambia de estrategia, date tiempo, daros tiempo, no juzgues palabra por palabra lo que tu interlocutor trata de decirte. Y otra vez, volver a empezar:
Focalízate en el cambio, se autocongruente con tus pensamientos, deja el ego de lado, no hables por impulsos, analiza las diferentes opciones, abre tu mente a las opiniones e ideas de tu interlocutor, se paciente, respetuosx, honestx, adapta tu personalidad y puntos de vista a la situación y sus posibles cambios, potencia la toma de decisiones, pero también el posponerlas, usa el lenguaje, las formas correctas y sobre todo, una vez más, escúchate y escucha.
¡Sean felices!
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